En ocasiones no entendemos por qué queremos, tenemos el deseo de probar, de comenzar a practicar una disciplina o un deporte, en nuestro caso el Pilates, y no lo conseguimos.
No encontramos el momento, y van pasando los meses, los años, y parece que no llega la ocasión.
A veces se nos hace muy difícil encontrar el tiempo, para parar y dedicarnos un momento a nosotros mismo, a nuestro cuerpo, a nuestra mente, y, con ello, a nuestro espíritu. Buscamos el momento perfecto, que todo lo exterior esté controlado y poder liberarnos. Pero ese momento puede que nunca llegue.
En muchos de nosotros, la motivación a dedicar atención a algo, viene de sentir malestar. Tenemos que sentirnos mal o que nos lo prescriba un médico para pasar a la acción y tratar de poner remedio. Cuando lo conveniente sería no tener que llegar nunca a ese punto, no esperar a que el cuerpo esté dañado para intentar arreglarlo.
Existen muchos motivos por los que no llegamos a encontrar el momento de apuntarnos y probar las clases de Pilates. Vamos a revisarlas.
¿Puede ser miedo?
En ocasiones es el miedo lo que nos echa para atrás a probar el Pilates. A ver si me voy a hacer daño. A ver si voy a salir peor de lo que me encuentro.
Queremos recordaros que en Pilates trabajamos siempre dentro de nuestras posibilidades, y adaptamos los ejercicios según convenga.
Si trabajamos con la visión amplia del Método Pilates, manteniendo el concepto de su creador Joseph Pilates, quien fue adaptando su sistema a cada persona que llegaba a su estudio según sus necesidades, pero sin perder sus principios y su esencia, se puede entender porque decimos que el Método puede ser practicado por cualquier persona, y también por ti. Dependiendo de nuestro estado de salud y condiciones físicas, realizamos los ejercicios como son originalmente o le aplicamos modificaciones hasta que podemos realizarlo como es. Si, por ejemplo, se trata de hipertensión o de algún problema cardíaco, hay posiciones que cambiamos, o utilizamos un cojín para elevar la cabeza…
Esto nos permite poder disfrutar del Pilates a pesar de tener algún problema físico. Y siempre con el beneplácito de tu médico si hay alguna lesión o enfermedad más grave.
Nos movemos en rangos de movimiento sin dolor. La intensidad de la clase se adapta a cómo te sientas ese día y en ese momento. Sea cual sea tu problema, tiene solución. No te puedes hacer daño si sigues las indicaciones del instructor. Los movimientos son controlados. No realizas ningún movimiento que no sientes que controlas. El instructor no te pide nada que no sepa qué puedes hacer.
¿Es, tal vez, vergüenza a probar Pilates?
En otras ocasiones, tal vez, es la vergüenza lo que te detiene a probar el Método Pilates. Creencias como: Yo no sé moverme, No puedo moverme, No voy a poder hacer los ejercicios, Voy a hacer el ridículo, Me estarán mirando, ¿Y si se me suelta un pedo en plena clase? ¿Os suenan estas frases?
Cuando hacemos algo por primera vez, hay una probabilidad de que esa primera vez no consigamos hacerlo como tiene que ser. Recuerda la primera vez que cocinaste una receta. Recuerda la primera vez que subiste a una bicicleta sin ruedines. Son ejemplos de experiencias que con la práctica se van mejorando. Lo mismo sucede con el Pilates.
Si se te suelta un pedo no pasa nada. Si estamos moviendo el cuerpo y nuestras vísceras, cabe esa posibilidad.
Uno de los principios del Pilates, es la concentración. Debe haber concentración para que sea Pilates. Cada alumno debe estar concentrado en lo que él mismo hace y no con lo que hace el vecino.
En clase nadie hace el ridículo. Cada uno hace lo que puede dentro de sus posibilidades.
Pilates no es una práctica para competir con nadie, ni siquiera con nosotros mismos. Se comienza con la plena aceptación de desde dónde partimos, como está nuestro cuerpo, el tiempo que tenemos disponible para dedicar a cuidarnos a través del ejercicio físico y el movimiento consciente, como nos ofrece el Método Pilates, o la energía vital y las ganas que tenemos de ponernos a ello.
Porque, por lo general, no aceptamos nuestro cuerpo, nuestras condiciones físicas. Quisiéramos estar más delgados, tener la musculatura más desarrollada y/o marcada, tener más fuerza, ser más elásticos.
Se trata, no de resignarse (porque si no, no estaríamos aquí, intentando comenzar con una nueva disciplina) sino asistir a clase con nuestro propósito de sentirnos mejor, más fuertes, más elásticos, más saludables, y hacerlo desde la serenidad de voy a ver qué tal se me da, cómo está mi cuerpo, a ver qué me permite hacer… Hasta que consigamos, con la práctica y la perseverancia, llegar a conseguir controlar el cuerpo con la mente, dirigirlo y que nos responda.
¿Y orgullo?
A lo mejor se despierta el Yo no lo necesito, Yo me apaño solo, Eso es de chicas.
¿Cómo lo sabes si no lo has probado? No puedes saber lo que te aporta el Pilates viendo un vídeo. Tienes que experimentarlo.
Todos necesitamos mantener nuestro cuerpo en buena forma física. Todo nuestro cuerpo, de forma integral. Y pocas disciplinas lo consiguen. Pilates es una de ellas.
Igual tu razón para no empezar es que no hay ganas. Cuidado. Cuando no tenemos ganas de cuidarnos, es porque nuestra energía vital está muy bajita. La práctica de Pilates activa esa energía vital. Así que se trata de hacer un pequeño esfuerzo por arrancar, porque después ya es más fácil. Al practicarlo, te sientes mejor, notas los beneficios en tu cuerpo y esa energía vital aumentada hace que ahora te apetezca más hacer deporte, salir a pasear, a correr, a bailar, o lo que te guste.
¿Te sientes culpable?
Los cambios nos cuestan. Dedicarnos tiempo nos cuesta. A veces se nos despierta la culpabilidad. Tal vez te sientes culpable por dedicarte tiempo quitándoselo a los otros. Tal vez sientes que estás abandonando a los tuyos. Que luego te lo van a tener en cuenta. Que te van a rechazar por quitarles atención a ellos, para dártela a ti. Revisa si es eso lo que te sucede.
A veces podemos pensar que somos egoístas, al dedicarnos tiempo, pero eso no es así. Si lo estás haciendo para encontrarte mejor, estarás mejor y con más energía y ganas para dedicarle el resto del tiempo a los demás. Eso no es egoísmo, es amor hacia ti mismo y hacia los demás.
Ten en cuenta a la hora de probar Pilates
El pensar en empezar con la práctica del Pilates puede no ser fácil. ¿Por qué, si en el fondo quiero ir, siempre me surgen cosas para no poder hacerlo? Porque hay algo en el fondo, en mi interior, que no me deja. Revisa las emociones que se te despiertan, toma conciencia de ellas, de qué es lo que no te permite comenzar con este nuevo hábito, que es lo que tienes que dejar ir que te está reteniendo y que te impide dedicarte tiempo para ti y cuidarte. Analiza qué creencias te inmovilizan y mira de cambiarlas.
Nos ponemos mil excusas cuando hay resistencia. Ya lo haré. Ahora no es el momento. Es que vamos cara al invierno. Es que vamos cara al verano. Cada uno tiene las suyas propias. Traspasa las tuyas. Vence esas resistencias a probar el Pilates.
Las emociones surgen. Las emociones son útiles porque nos dan información de cómo funcionamos, de cómo somos. En lugar de evitarlas y esconderlas, ¿qué te parece escucharlas, tenerlas en cuenta y entender por qué han aparecido? Y desde ahí, ver qué puedo hacer para lograr tomar el control de mi vida, de mis decisiones y de mis deseos.
Si no vienes con total convencimiento y paz contigo mismo de que es lo mejor para ti, que te lo mereces, que te va muy bien, que haces bien, no vas a poder disfrutar, no vas a sentir mejora. Al contrario. Sentirás que cada vez es más difícil encontrar el momento y tener el tiempo. Tu culpabilidad se convertirá en barreras, comentarios, situaciones que suceden, que te harán alejarte de tu deseo de cuidarte.
El momento de practicar Pilates tiene que ser un momento de desconexión, de “No hay obligaciones”, de paz con nosotros mismos, de aceptación de dónde estamos y lo que vamos a hacer. Y si aún así se despiertan esas emociones de miedo, vergüenza, culpa…, permitirlas, observarlas, dejando así que salgan y se vayan disolviendo.
Si llegamos a clase con estrés, con preocupación…, en lugar de ser una experiencia gratificante, se convierte en un suplicio, una mala experiencia y los beneficios no llegan. A ningún nivel.
Cuando tus partes física, mental y emocional estén de acuerdo, experimentarás los cambios que el moverte, el respirar, el estirarte, el dedicarte tiempo, el cuidarte, el querer hacerlo, producirán en ti y en tu vida.
Espero que te sirva.
Gracias por leernos.
Nos vemos en el próximo post.
Gracias.
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